martes, 11 de noviembre de 2008

Accidentes urbanos_ de octavillas, pasquines y hombres anuncio

Dentro del empeño de los políticos en regular todo lo que tenga que ver con el espacio público, una de las últimas grandes aportaciones llega del ayuntamiento de Madrid y en concreto de su superconcejala, Ana Botella. Hace pocas semanas presentaron una nueva ordenanza sobre la publicidad exterior en Madrid y les ha dado por prohibir cosas tan chungas como los hombres-anuncio (porque ataca a la dignidad de la persona) o los pasquines y las octavillas.

La ordenanza que además servirá para regular otras muchas cosas relacionadas con la publicidad exterior tratará de proteger, como no podía ser de otra manera, el centro de la ciudad. Según cuentan se mantendrán los privilegios en algunos casos (símbolos como el cartel de Schweppes o el de Tío Pepe) y se favorecerán los “focos o escenas encendidas”, lugares en los que sí se permitirán los grandes carteles luminosos –supondremos que a un precio sólo asequible para las grandes multinacionales- ya que “pueden favorecer una imagen positiva de la ciudad”. No como los pobres hombres anuncio que destruyen su dignidad por cinco euros a la hora o los repartidores de octavillas y de publicidad callejera que al parecer no hacen más que ensuciar la calle.

Pues eso, que nadie duda que el espacio público es también un gran espacio comercial. Y al parecer, algunos se han empeñado en que cada vez sea menos democrático. El que no tiene dinero para pagar esos grandes carteles o las supercampañas mediáticas que se vaya olvidando también de hacer la calle… al menos y de momento, en Madrid.

Lo de las octavillas también tiene lo suyo. Y por cierto, la ordenanza de civismo de Castellón prohíbe explícitamente el reparto de octavillas y publicidad en la calle: "Se prohibe esparcir y tirar toda clase de folletos, octavillas o papeles de propaganda o publicidad y materiales similares en la vía y en los espacios públicos (art,13)". Este tema va más allá porque las octavillas no son una forma de comunicación exclusiva de la publicidad, sino que durante años ha sido una vía muy sencilla de comunicación social o de comunicación política. Es decir, que si un policía decide que el documento que se entrega en una manifestación es una octavilla de propaganda, puede caerle el multazo. O queda la posibilidad de jugar a los equívocos, probar con octavillas que, en realidad, no inciten a nada ni vendan nada. ¿El medio como mensaje?

Los chicos de Rosa Díez han sido de los primeros en armarla, también en Madrid. Y es comprensible si se tiene en cuenta que es una de las formas más baratas de darse a conocer cuando no se tiene presupuesto prácticamente para nada. Ellos se lo han currado y han preparado pasquines especiales para repartir en los actos donde esté el señor alcalde en los que le recuerdan que es uno de los pocos medios para que cualquiera exprese su opinión. ¿Alguien se anima?
En breve volveremos con las pesadillas...


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