sábado, 22 de noviembre de 2008

Clásicos Básicos. El profeta que anunció el cambio


‘A change is gonna come’. Sam Cooke. 1964

Ahora que Barack Obama acaba de ganar las elecciones en los EEUU., y que soplan los vientos a favor de la minoría negra en aquel país, cabe recordar que hace medio siglo, las cosas eran muy diferentes. Y eso era algo que cualquiera que tuviera la piel oscura en la tierra del Tío Sam podía palpar.

A principios de los años 50, la música realizada por artistas de color empezó a ser aceptada por el público blanco. Los círculos más intelectuales ya llevaban tiempo interesándose por el jazz. Pero los adolescentes, ansiosos de nuevas emociones, empezaron a descubrir los encantos y el frenetismo del Rhythm&Blues, lo que abrió las posibilidades de un montón de grandes músicos mal pagados.

Sin embargo, las cosas no fueron tan sencillas. El Rhythm&Blues, ya con el nuevo nombre de Rock’n’Roll, fue adoptado por los blancos. Se llegaba al caso que, cuando una canción negra tenía posibilidades comerciales, un grupo o cantante de caras pálidas hacía su correspondiente versión para las emisoras comerciales, cerrando el paso a la versión original (que era, en el 99% de los casos, muy superior en calidad y fuerza). Muy pocos artistas negros consiguieron encaramarse y fijarse en los altos puestos de las listas, y muchos lo hicieron a costa de edulcorar su sonido (lo cual tampoco fue algo negativo), como fue el caso de Nat King Cole, the Platters o Sam Cooke.

El caso de Cooke fue paradigmático del chico que crece en el coro de la iglesia hasta convertirse en una estrella del godspel. Durante la primera mitad de los 50 recorrió, junto a los Soul Stirrers, las iglesias del país y eran uno de los grupos más admirados de ese círculo músico-religioso denominado La Autopista del Godspel. La voz de Sam, suave y aterciopelada cantaba la grandeza de Dios y parecía destinada para eso. Sin embargo, él tenía otras aspiraciones.

Y las cumplió, jugándose el tipo, claro. Porque los cantantes de música religiosa, no podían, de ninguna de las maneras, cantar canciones profanas. Sin embargo, Sam grabó un single con seudónimo a ver que pasaba. Pero su voz inconfundible y su nickname evidente (Dale Cooke) le delataron. Fue desterrado de la iglesia, pero se convirtió en una estrella del pop.

Desde 1956 a 1962 fue enlazando éxitos con canciones de amor adolescentes como You send me, What a wonderful World o Cupid; o de pista de baile, como Twistin’ the night away. En 1963, ya controlaba su carrera de forma que se permitió grabar un disco minimalista en el que recuperaba sus raíces godspel como Night Beat . Ese año descubrió a Bob Dylan.

La escucha de Blowin’ in the wind trastocó a Cooke, quien se dio cuenta que se podía hacer pop y hablar de los problemas de la gente. En concreto, de su gente, de cómo los negros seguían siendo discriminados y que el reverendo Martin Luther King necesitaba apoyo. En esas, escribió A change is gonna come (Un cambio llegará), que salió editada en junio de 1964, en su último álbum en vida, Ain’t that good news.



El compromiso adquirido por Cooke fue importantísimo. Que un cantante de su popularidad, incluso entre los blancos, tomara partido directamente por la causa de los derechos civiles animó a otros artistas de color a hacerlo. La causa de Luther King ganaba apoyos importantes, justo en el campo donde los blancos habían empezado, diez años antes a tolerar la presencia de los negros. Lástima que el 11 de diciembre de aquel año, Cooke fuera acribillado a balazos en circunstancias poco claras en un motel de Los Ángeles. Pero la semilla ya estaba puesta.

Después llegarían Curtis Mayfield, Marvin Gaye y muchos otros a cantar canciones en favor de los derechos civiles. Luther King también cayó asesinado en 1968 en Memphis en lo que fue un camino largo y nada fácil. Pero el cambio anunciado por Sam Cooke hace ya casi 45 años, ya ha llegado. O eso parece vislumbrarse.

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