miércoles, 18 de marzo de 2009

Desvaríos: Ni cuando la luz

Que a ella le hubiera encantado decirle que sí. Que se querrían toda la vida y nadie podría negarlo. Que irían juntos hasta el fin del mundo y más allá, si la vida no era un problema sino un placer. Que los lunares de su vestido la empujarían a seguir el camino, y solo con eso y sus manos húmedas entrelazadas recorriendo el malecón al caer la tarde, bastaría. Que de uno en uno sus besos formarían el contorno de su sonrisa y el brillo del espejo que la reflejaba. Pero no.

Su mano calló lasciva y nada pudo detenerla, ni las historias narradas al oído a ritmo de jazz, ni los cuentos de princesas y dragones domésticos, algo más fuerte se afanaba por cubrirla con un manto blanco y empujarla hasta el puerto para ver el mar.

Cada vez que abría las piernas nacía el amor.


-Dime que no me olvidarás ni cuando la oscuridad invada tu espacio- Dijo él, resignado.
Ella contestó: -Ni cuando la luz.

Y fue verdad.


Aún así dio media vuelta rodeada de trozos de ayer, y se marchó conmovida por la tristeza que se le implantó en los bolsillos pero con la certeza en los ojos de saber que hacía lo correcto.

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