El dibujo de Miguel Ángel Martín, limpio, aseado, suave..., es muy característico. Fácilmente reconocible por su depuración formal y el monopolio de la línea, funciona como una tarjeta de presentación. Su trazo limpio es heredera de la línea clara y de los chistes blancos de las revistas de historietas del franquismo. Sin embargo, su humor nada tiene de blanco. Se ha hablado a menudo sobre el contraste entre la violencia de sus historietas y su asepsia visual. Sin embargo, en Miguel Ángel Martín no sólo el grafismo es aséptico; también, y fundamentalmente, lo es su mirada.
En sus historietas, Miguel Ángel Martín se sirve de la línea mínimal y la narrativa clásica para estetizar la atrocidad. Con un dibujo agradable y un discurso transparente, Martín se distancia del contenido de sus piezas ya que, como en el humor, la apreciación estética requiere un distanciamiento emocional. Pero en temas tan profundamente morales como los que él aborda, este alejamiento provoca desgarros. He aquí el origen de la violencia de su obra, que llega a ser insoportable.
En esta asepsia de su discurso podría verse una ausencia de subrayado, como sucediese en el Ghost World de Clowes. Martín habla de la pena de muerte, de la eutanasia, de ética médica, de marginación, del interés social en la desigualdad... de temas de profunda importancia moral, pero no se presta a su análisis. Sin embargo, hablar aquí de ausencia de subrayado no es exacto, pues el autor no deja de utilizar, si bien discretamente transparentes, recursos con intencionalidad expresiva; lo que no hace es llamar al lector sobre el tema. Despoja cada pieza de tesis y análisis; no juzga, sólo presenta sucesos. (Lo cual no deja de ser, evidentemente, una falacia: sabemos que no existen hechos, sólo interpretaciones; el discurso es siempre una selección, un subrayado.) Sin duda es esto lo que escandaliza a los acérrimos detractores que de Miguel Ángel Martín son y han sido. Tratar los temas más enraizados en los cimientos de la moral se tolera a condición de estar dentro de esta misma moral, la mirada aliena no es aceptable, porque será desde dentro cuando necesariamente haya un juicio ya no moral sino moralizante. “Instruir deleitando”, justo lo que Martín no hace: ni instruye ni deleita.
¿O sí deleita? Decía el crítico Jordi Costa que si se le cayesen sesenta euros en el cerebro de Miguel Ángel Martín, se pensaría si ir a recogerlos. La imaginación del autor debe antojársele, pues, muy desagradable. ¿Deleita, la obra de Miguel Ángel Martín? A menudo el propio autor plantea el humor, expresión gozosa, como clave para la lectura de su obra. Sin embargo, en un número de Brian the Brain también advierte: “La cosa va de coña, así que si esbozáis una sonrisa el objetivo se verá cumplido, pero si os arranca una carcajada no dejéis de acudir al psicólogo.” ¿Es humorísitca, la obra de Miguel Ángel Martín? Sin duda, fuerza sus límites y nos empuja a un terreno todavía selvático: ¿qué es el humor? Algunas teorías ven en el humor un mecanismo de defensa psicológica. ¿Es la lectura humorística otra estrategia de distanciamiento respecto al contenido de sus obras? ¿O es el humor de Miguel Ángel Martín la clave para una lectura cabal de la realidad?
Bibliografía esencial:
- Anal Core (La Factoría)
- Big Whack! (La Factoría)
- Bitch (La Cúpula)
- Brian the Brain (La Cúpula)
- Crónica Negra (Editorial Midons)
- Días felices (La Factoría)
- HardON (La Factoría)
- Kyrie Nuevo Europeo (La Factoría)
- NeuroHabitat (La Factoría)
- Play Love (Rey Lear)
- Psychopathia Sexualis (La Factoría)
- RubberFlesh (La Cúpula)
- Snuff 2000 (La Factoría)
- The Space Between (La Factoría)
The Treasures of Long Gone John
Hace 6 años
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