Llega esta semana a las pantallas de nuestra provincia la cuarta entrega de la franquicia A todo gas, esta vez bajo el título Fast and furious: aún más rápido. Todo un ejercicio de originalidad en la variación en los títulos de cada parte, pues la primera se llamó The fast and the furious, la segunda 2 fast 2 furious, y la tercera Tokio Race (Tokio Drift en el original, por aquello del drifting). Total, que no nos hubiera extrañado haberla visto como "QuatriFast QuatriFurious". Para tal efeméride, el principal reclamo del film es haber vuelto a unir a los cuatro papeles principales originales. Vuelven Michelle Rodríguez, Jordana Brewster, Paul Walker y, sobre todo, Vin Diesel. No olvidemos que allá por 2001, cuando arrancó - nunca mejor dicho - la saga, éste era un absoluto desconocido y ahora, aunque incapaz de conseguir un hueco reputado en el cine hollywoodiense, sí que ha conseguido asociar su nombre a blockbuster casi asegurado. Sus papeles en xXx, Las crónicas de Riddick, Babylon... le han inyectado una reputación de actor de acción de la que no ha podido desprenderse ni con su comedia familiar Un canguro superduro ni protagonizando el drama judicial - de la mano del más grande de la historia, posiblemente, en este particular género, el octogenario Sydney Lumet - Declaradme culpable. Detenernos en Vin Diesel para hablar del estreno de Fast and Furious: aún más rápido, era inevitable, pues el argumento no da para más. Dominic Toretto, el mítico ladrón de coches encarnado por Diesel, ha de volver a sus andadas, cuando ya estando retirado de todo, su novia es asesinada. El objetivo de su venganza le hará coincidir con el apuesto detective interpretado por Paul Walker, con quien compartirá enemigo común, y necesidades de conducción extrema al mando de perfectas máquinas tuneadas en carreras y escenas magistralmente coreografiadas repletas de turbos y nitros. La dirección corre a cargo del taiwanés Justin Lin, encargado de la dirección de la entrega anterior. Coches imposibles, chicos tremendos, chicas potentes, carreras a go-go y escenas límite con volante entre manos, todo ello espectacular y fantasiosamente increíble acompañado de una banda sonora a modo de oda al subwoofer. Nada, al fin y al cabo, que no resulte demoledoramente seductor para un importante sector de la audiencia adolescente/juvenil asidua a las sesiones golfas del fin de semana. Lejos queda aquella primera y mítica historia de persecución entre un Ford Mustang GT390 Fastback verde oscuro y un Dodge Charger R/T 440 Magnum, ambos del '68, con las empinadas e interminables calles de San Francisco como telón de fondo, la inolvidable música de Lalo Schifrin combinando Jazz y percusión, y Steve McQueen al volante... Si no sabéis de qué película os hablo, es que estáis excesivamente rendidos a la explosión de testosterona digital post-moderna del cine de coches contemporáneo. Aquella cinta ganó el Oscar a mejor montaje cuando éste no se hacía con Final Cut o Premiere, como ahora... y es toda una clase magistral de ello, y referencia-homenaje obligada de cada película posterior de coches de la historia... Os hablo, naturalmente, de Bullitt. No estaría de más que tras la sesión frenética de la película que ahora se estrena, en el sofá de nuestro salón, revisitáramos - o descubriéramos por primera vez - cómo han cambiado los tiempos de este tipo de cine en cuarenta años...
Alternativa a la anterior es La lista, thriller erótico que supone el debut en la dirección de Marcel Langenegger. Lo cierto es que es semana de títulos cuyo reclame surge de cuestiones paralelas o tangenciales al guión, pues en este caso lo que llama la atención es su reparto protagonista. Natasha Henstridge, Charlotte Rampling, Michelle Williams, Ewan McGregor y el resurgido mundialmente tras los Oscar, Hugh Jackman, completan un atractivo cartel. Y parece que sólo eso, porque la película se diluye a partir de ellos y de un planteamiento simplemente prometedor. Similar a la obra póstuma de uno de los más grandes de la historia: Eyes Wide Shut, pero a años luz de ella en todos los sentidos, Ewan McGregor interpreta a un hombre gris, un auditor tímido, reservado, repeinado y con gafas, que un buen día se cruza con el abogado seductor y misterioro al que da vida Hugh Jackman. De ese contacto acaba contactando con una lista - la del título - secreta de altos ejecutivos, que en la mayor de las clandestinidades, acuerdan encuentros sexuales con la única regla de que no haya vínculos emocionales ni sentimentales de ningún tipo. Así, el personaje de McGregor conoce al de Michelle Williams, de la que se enamora. La trama, a través de esos manidos giros argumentales ¿in?esperados del suspense norteamericano contemporáneo - con referencias obvias a Hitchcock, pero eso, muy lejanas - se va complicando hasta convertirse en toda una pesadilla en la que Jackman parecerá "el malo de la película". Cuando un thriller erótico como este, carece de la carga erótica de títulos como el de Kubrick o, ahora se me ocurre, el Instinto básico de Paul Verhoeven, y sus giros son previsibles o, al menos, anticipables, nos queda como mucho una película muy discreta, y, mayormente, una Deception, como reza además curiosamente el título original de la misma.
Radicalmente distinta a las anteriores, La duquesa ofrece nuevamente otro reclamo más allá de lo que nos cuenta. Fue la pasada ganadora del Oscar a Mejor Vestuario, y lo cierto es que su exquisito diseño de producción, su cuidado maquillaje, impresionante peluquería... son razones suficientes para disfrutar de ella. Otro reclamo, si así lo queremos ver, es su protagonista absoluta, la ya casi especializada actriz en papeles pomposos, de tez blanquecina y vestidos de época, la londinense Keira Knightley. El film, de factura británica, efectivamente, nos traslada en el Siglo XVIII, donde la Duquesa del título, obviamente interpretada por Knightley, casada por conveniencia con el Duque de Devonshire - Ralph Fiennes - es incapaz de proporcionar a su marido descendencia masculina. Este hecho desatará toda la trama de la película, infidelidades, engaños y otros dramas de alcoba, de sobra conocidos por los seguidores de este tipo de cine británico de época, extremadamente puntillista en lo estético pero desgraciadamente despreocupado de sus virtudes cinematográficas. Quien sea seguidor de la excelente serie televisiva Los Tudor, por ejemplo, encontrará allí motivos mucho más atractivos para reafirmar el visionado de la producción de la pequeña pantalla que la película que ahora se estrena. En cualquier caso, film basado en la novela homónima de Amanda Foreman que no engaña a nadie que se deje embelesar por su envoltura preciosista y artificiosa, y además opción muy válida para quienes no sean target de los dos estrenos anteriores.
Y nos quedamos con la última de las películas que destacamos esta semana en Planeta Cine, que no es otra que Monstruos contra alienígenas. No nos engañemos, para mí sería la película de la semana si no fuera porque desconozco si se estrenará en Castellón y, en el caso de hacerlo, se hará con la tecnología para cuya proyección ha sido ideada: el nuevo "InTru3D" desarrollado por Dreamworks. Ésta es la primera película de animación de la productora que nos trajo la fundacional Shrek concebida enteramente para su consumo en tres dimensiones. Es por ello que no sé cómo estará el tema distribución de la cinta. En los tecnológicos Kinépolis Valencia sí os aseguro que es estreno destacado - y yo casi diría obligado -. Siempre - por desgracia para ellos - a rebufo de Pixar, llega ahora una producción con monstruítos, naves espaciales y extraterrestres - ¿alguien ha dicho Monstruos S.A.? ¿He oído Wall·e? - en la que ante una invasión alienígena, los humanos reúnen un ejército de simpáticos y pintorescos monstruos que nos defenderán de la ocupación. Ciertamente divertida y muy simpática, Dreamworks vuelve a quedarse lejos de la genialidad de aquella película seminal del ogro verde y, como sucede por ejemplo con la saga Madagascar, nos entretiene sin más. Jack Black dijo a Jennifer Aniston, presentando los Oscar de animación en la pasada gala, una cosa que me parece especialmente ilustrativa de todo esto. Le decía que él se había forrado "con la animación". La Rachel de Friends le contestaba que no lo entendía, porque ella le había puesto voz años atrás a un personaje en El gigante de hierro y tampoco se había hecho rica. El cómico concluyó con que "lo que tienes que hacer es doblar una película de Dreamworks" - que por lo visto pagan bien - "para luego aunar todo ese dinero, e invertirlo en Pixar...". Parece una chorrada pero para mí resume lo que hoy en día separa a las dos productoras de animación más importantes de Hollywood. Lo dicho, si podéis, id a verla porque promete ser toda una experiencia audiovisual que mejora las deficiencias mecánicas y visuales del clásico 3-D. Si más no, la diversión está asegurada.
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