La semana pasada se entregaron los Globos de Oro, antesala de los Oscar, y dos fueron las indiscutibles ganadoras. En primer lugar la película Slumdog Millionaire, que se llevó los cuatro premios a los que optaba, todos ellos bastante relevantes (mejor película dramática, mejor director, mejor guión y mejor banda sonora). Esta co-producción británica y norteamericana, que aún no tiene fecha de estreno prevista en España, para mí fue la gran sorpresa de la noche, pues personalmente apostaba por El curioso caso de Benjamin Button, que partía con cinco nominaciones y a la postre no se llevó ningún premio. Sin embargo, ya os aviso, como fanático seguidor de la gala de los Oscar, que ahí la cosa será distinta, pues históricamente los Globos de Oro, que entrega la prensa extranjera de Hollywood, tienen una concepción más holística de los premios y suelen repartirlos más geográficamente. Para los Oscar, creedme, El curioso caso de Benjamin Button será la favorita y es más que probable que no coincidan los galardones en demasía con estos. De todos modos, ya hablaremos de todo ello más en profundidad en su momento.
La segunda ganadora de la noche fue la actriz Kate Winslet, que arrasó ganando al mismo tiempo el galardón a mejor actriz dramática protagonista por Revolutionary Road (filme que se estrena la semana próxima y en el que comparte cartel con Leonardo di Caprio, más de una década después de Titanic) y el de mejor actriz de reparto por El lector. Como en los Globos de Oro hay distinciones entre cine dramático y cómico/musical (error a mi entender), Vicky Cristina Barcelona se llevó el premio a mejor película de comedia/musical, para mí sobrevalorada (pero el amigo Woody Allen tiene mucho peso) pero ni Penélope Cruz ni Javier Bardem ganaron los premios a los que optaban como actriz y actor de reparto. Hasta aquí el fugaz repaso, que nos comemos el espacio para los estrenos de la semana.
La película de la semana es Siete almas, dirigida por el romano Gabrielle Muccino y protagonizada por Will Smith, tándem éste que dos años atrás nos trajo una de las, muy posiblemente, mejores películas de 2006, la excelente En busca de la felicidad, por la que Will Smith recibió su segunda nominación al Oscar (la primera fue por su interpretación de Cassius Clay en Ali). En esta ocasión, Smith da vida a Ben Thomas, un hombre que decide ayudar de forma completamente altruista a siete aparentes desconocidos, como forma de redención de un secreto que le atormenta. En el trayecto se enamorará de una de estas siete personas (espectacular papel de Rosario Dawson), lo que complicará llevar a cabo su cometido. La película se construye como una suerte de Amélie (obviamente sacrificando su genialidad cómica por un drama trágico que en ocasiones recuerda a Elegir un amor), con una estructura narrativa a lo Memento (es decir, una historia que contada linealmente no tendría interés alguno, pero que a través del montaje no lineal descoloca al espectador) y con el único leit motiv de saber cuál es el motivo por el que el personaje hace lo que hace, lo que la convierte en deudora de films como El sexto sentido. Esto es, 110 primeros minutos que pueden hacerse incluso aburridos, en los que podemos ir elucubrando qué es lo que sucede, intentar adivinar el por qué, juntar las piezas del puzzle, pero unos 10 minutos finales que justifican todo lo visto hasta entonces. Como sucedía en la opera prima de M. Night Shyamalan, mejor que nadie os cuente nada del final, porque es uno de esos filmes arriesgados que difícilmente aguanten posteriores visionados una vez descubramos el motivo por el cual el protagonista hace lo que hace. Un sempiterno compugido Will Smith hace una interpretación muy contenida, que tal vez le valga una nominación a los Oscar, pero en cualquier caso, mi recomendación para casa es que, a la vuelta del cine de ver Siete almas, tanto si habéis visto como si no En busca de la felicidad, os ponéis esta maravillosa actualización de grandes películas como Ladrón de bicicletas o La vida es bella.
Se podría decir mucho más de la película de la semana, pero como siempre el espacio es poco y las cosas por decir, muchas, mejor seguimos con más estrenos. De un drama al uso, pasamos a una comedia romántica de manual, en todos los sentidos, y es que Guerra de novias cumple todos los patrones del género. Para empezar, dos 'divas' de la comedia romántica comparten cartel: Kate Hudson y Anne Hathaway. Ambas son dos amigas inseparables que ven truncada esta amistad incondicional por un error con la fecha de sus respectivas bodas, ambas deberán competir ferozmente por tener la boda de sus sueños, pues sólo una podrá tenerla. A partir de ese momento, empieza una suerte de mezcolanza entre La boda de mi mejor amigo y La guerra de los Rose, con situaciones de lo más cómicas y extravagantes. Un filme que no engaña a nadie, entretenido y que además cuenta con el magnetismo de dos de los rostros que mejor funcionan en el Box Office norteamericano. Eso sí, quien quiera cine con un poco más de mensaje y empaque, que vaya a ver la siguiente de las películas que comentamos.
Llega a nuestros cines La clase, desafortunada traducción del título original Entre les murs, que hace referencia a las cuatro paredes del aula y, metafóricamente, a los muros ideológicos que separan al multicultural alumnado de la película. El filme, dirigido por Laurent Cantet, fue el pasado ganador de la Palma de Oro en Cannes, y uno de los mejores títulos del año para Cahiérs du Cinema (que, por cierto, le dedica la portada del mes de Enero). Cine en las aulas, una suerte de versión europea (y mucho menos superficial y comercial) de películas norteamericanas como Mentes peligrosas o la más reciente Diarios de la calle. La película, en clave claramente docudramática, sitúa la cámara de manera casi furtiva dentro de un aula en un instituto de París, donde un profesor de lengua intenta dialogar y razonar sobre todo tipo de cuestiones existenciales con un alumnado mutiétnico. Imprescindible para todo docente y para cualquier espectador que desee ver interpelado su instinto crítico. La impresión de veracidad es absoluta, cuestión que, aparte de su narrativa, se consigue por el hecho de que la película adapta un libro autobiográfico de François Bégaudeau, que es quien adapta el guión y, además, interpreta el propio papel protagonista del profesor, siendo los alumnos de La clase realmente una selección de estudiantes reales del instituto. Realidad y ficción, documental y drama, como siempre, debatiendo sus líneas limítrofes entre los muros.
Relevante también es la interesada adaptación de 'la película de miedo' de la semana. En este caso se trata de La semilla del mal, que en una descarada referencia a la inmortal cinta de Polanski La semilla del diablo, recoge no pocos tópicos del género sobre la reencarnación del mal, la posesión diabólica y el exorcismo. Siempre mejor en el original, The unborn (algo así como 'lo no nato') se apropia de excesivas citas visuales a El exorcista, The messengers, Reflejos o La profecía para contar la historia de una atractiva joven (bella Odette Yustman, que vimos en Monstruoso) a la que se le aparece un antiguo espíritu maligno judío llamado dybduk, que atormenta su existencia y provoca que empiece a cuestionarse su pasado familiar. Película, como me gusta llamarlas, de 'sustos dolby', que no de miedo (siempre se confunden estas cosas), co-protagonizada por Cam Gigandet (visto en la reciente Crepúsculo) y por un sorprendente Gary Oldman que hace de exorcita; escrita y dirigida por David S. Goyer (autor de los libretos de las magníficas Batman Begins y El cabalero oscuro) y producida por el 'socio' de Jerry Bruckheimer: Michael Bay (artífice de blockbusters como La roca, Armageddon, Pearl Harbor o La isla) pero que, paradójicamente, naufraga en un despropósito que adolece de alarmante falta de originalidad y un eclecticismo temático inabordable.
Dos títulos más que reseñamos brevemente para cerrar, Revólver, de Guy Ritchie, cinta británica muy al estilo de su director (esto es, mafia, juego, venganza, disparos, lenguaje soez, violencia paródica, violencia gratuita...), cuyo mejor trabajo fue Snatch, cerdos y diamantes y que, ahora, prácticamente alternando en cartel con su otra reciente propuesta Rocknrolla, se manifiesta más 'tarantiniano' que nunca, ya que se permite copiarle tanto en su faceta más formal como en el uso en los diálogos de sentencias pseudofilosóficas e incluso incluyendo escenas animadas a lo Kill Bill. Ante las cámaras, un amargado buscavidas recluso interpretado por Jason Statham, acompañado por Mark Strong o Ray Liotta.
Y la película española de la semana es El truco del manco, nominada a tres premios Goya (que se entregan el día 1 de Febrero, en gala presentada por Carmen 'Aída' Machi): director novel, actor revelación y canción. Desde luego, el más probable es el Goya a mejor actor revelación, ya que el filme cae casi por completo sobre las espaldas de El Langui, cantante del grupo de hip-hop gitano La Excepción y que adolece una parálisis cerebral que le impide moverse correctamente. En El truco del manco, su estreno como actor (también es, obviamente, el intérprete de la canción nominada, titulada A tientas) comparte un sueño con su compañero de reparto, Ovono Candela, que es montar un estudio musical. Para ello, en los barrios más suburbiales y marginales de Barcelona, inician una serie de trapicheos de todo tipo para conseguir sobrevivir a sus taras existenciales y sociales. Una suerte de neorrealismo a la española, en una propuesta que triunfó en San Sebastián y que apunta buenas maneras para un director, Santiago Zannou, hijo de africano y aragonesa, que ya ganó el Goya al mejor cortometraje por Cara Sucia. Veremos qué sucede con esta película.
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