En una semana particular por aquello del jueves festivo, el puente, las Fallas y la Magdalena, las distribuidoras han demostrado - nuevamente - olfato comercial adelantando los estrenos del clásico viernes al pasado miércoles, por lo que es probable que ya hayáis visto alguna de las películas que se estrenan esta semana. Planeta Cine asiste puntualmente a su cita con vosotros para poneos al día de las nuevas propuestas cinematográficas.
Como ya hemos visto, leído y oído, por activa y por pasiva, se ha estrenado la última de nuestro director más internacional, Pedro Almodóvar, bajo el título Los abrazos rotos. Con ella, el actor manchego cierra una década donde ha hilvanado las películas más maduras de su filmografía. Una línea estilística que empezó en 1999 con Todo Sobre Mi Madre, film que le valió su primer Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Luego llegó Hable con ella y ganó su segundo Oscar por el Mejor Guión Original. Tras ellas, La mala educación y Volver, por la que Penélope Cruz obtuvo su primera nominación al Oscar a Mejor Actriz Protagonista. Los abrazos rotos forma parte así de su catálogo de obras mayores, un melodrama con momentos trágicos, tintes de cine negro y thriller y aderezado de toques de comedia. Pero sobre todo, es un homenaje al cine. Y a su cine. El hecho de que en los créditos de inicio sólo aparezca él - guión y dirección de Almodóvar, el resto, a los finales - es una muestra más de que estamos ante la manifestación de un cineasta tan egocéntrico como genial. Y es que Almodóvar es un director que desata tantos odios como pasiones, siendo éstas últimas bastante más procedentes de fuera de nuestras propias fronteras. Es difícil ser profeta en su tierra, y en este caso, cuando aquí muchos son reacios a su cine, pero en cinematografías extranjeras como la norteamericana, pero sobre todo la francesa, es tratado de autor de culto, aún más. Decíamos lo del homenaje al cine porque es un cineasta muy propenso al homenaje, la cita, el pastiche y la autorreferencia. En Todo sobre mi madre la escena del accidente de coche es un calco de la de Opening Night de John Cassavettes - director que junto al alemán Rainer Werner Fassbinder forma parte de sus innegables espejos -, y frecuentemente, en sus películas los personajes van al cine o visionan fragmentos de otras películas que se convierten en premonitorias para el devenir de la cinta, como en Matador cuando se proyecta Duelo al sol de King Vidor, o cuando en Carne Trémula se ve en el televisor Ensayo de un crimen o La vida criminal de Archibaldo de la Cruz de Luis Buñuel. En Los abrazos rotos las citas son múltiples, especialmente al cine negro y al neorrealismo italiano, concretamente a Te querré siempre de Roberto Rossellini. Las obsesiones de Almodóvar se plasman en su deseo de convertir su cuarta colaboración con Penélope Cruz - tras Carne Trémula, Todo sobre mi madre y Volver - en una suerte de fuerte mujer neorrealista a lo Anna Magnani o Sofia Loren, y en ocasiones en un trasunto de Audrey Hepburn. Pero es a su propio cine al que más homenajea en esta ocasión. Los abrazos rotos trata, como parece ser marca de la casa en los últimos tiempos, de pasiones cruzadas y alambicados secretos inconfesables, muy en la línea de La mala educación, el film con el que más similitudes en su estructura narrativa encontramos. En esa carta de amor personal al cine, Almodóvar retrata a un director de cine - encarnado por Luís Homar - que queda ciego en un accidente y que está rodando una película - metacine, cine dentro de cine, muy bien resuelto por cierto - llamada "Chicas y maletas". Aquí es donde los más críticos con la película han encontrado lo mejor de la nueva propuesta de Almodóvar, esa salida ficticia de su actual cine hacia ese look ochentero obsceno y repleto de una comicidad personal e intransferible. En este sentido, construye una cita inequívoca a Mujeres al borde de un ataque de nervios, para muchos su mejor película, cambiando a una Carmen - Maura - por otra - Machi - en un pasaje cómico del film. De ahí, surge un cortometraje, La concejala antropófaga, que se convierte en un producto cien por cien almodovariano - con esos clásicos monólogos-vómito de autoconfesión hilarantes - que os dejo aquí para que podáis degustar:
Pero nada tiene que ver este cortometraje con Los abrazos rotos. El Almodóvar que se nos presenta en la película que ahora se estrena es un cineasta al que no se le puede negar una capacidad inventiva visual genial como creador de imágenes sumamente poderosas en la construcción de detalles y matices metafóricos. Cómo evoca los trágicos y voluntariamente olvidados retales de la memoria a través de múltiples fragmentos rasgados de fotografías, o ese plano profundamente melancólico sobre la "falta" - prestado de Persona de Ingmar Bergman - en el que las manos ciegas acarician la pantalla donde se ve el apasionado beso de los amantes, la escena en la que Penélope entra en la sala donde se está proyectando su infidelidad... todo instantes de cine en mayúsculas, de amor por el cine. Sin embargo, la película no es la obra maestra que pudiera haber sido porque, en última instancia, se sitúa lejos de encontrar aquellas emociones de las que habla, resultando fría en su conexión con el espectador cuando en el colmo de su propia paradoja pretende retratar relaciones vitales y amorosas extremas. Tal vez en ese exceso trágico al que Almodóvar nos tiene tan acostumbrados, reside la propia carencia del film, cristalizado en un supuesto monólogo-vómito final a cargo de Blanca Portillo, necesario para cuadrar las aristas del complejo guión, que parece metido con calzador. De cualquier forma, no seré yo quien niegue las cualidades de genio de este excepcional director, capaz de armar toda la película a partir simplemente de una foto que vio en una ocasión en la que aparecía la sombra de dos amantes paseando por Lanzarote. Como los prejuicios en el cine me parecen un craso error, mejor ver la película, y decidir si la odiamos o la amamos.
Y como las distribuidoras, de este amor-odio patrio hacia Almodóvar saben un rato, han decidido acompañar el estreno de su última película precisamente de todo aquello que está en las antípodas de su cine. Y por ello se estrena Duplicity, con Clive Owen y Julia Roberts. En ella, trama de espías, multinacionales cosméticas, Nueva York, y todo el glamour hollywoodiense que los detractores de Almodóvar encontrarán atractivo. La película, dirigida por Tony Gilroy, director de la reciente Michael Clayton y co-guionista de la trilogía Bourne, es una de esas complejas historias sobre agentes dobles, triples e incluso cuádruples cuyos actos están contínuamente apelando a la desconfianza del espectador sobre sus objetivos e intereses. Owen y Roberts, que ya coincidieron en Closer, él ex-agente del MI-6, ella ex-agente de la CIA, trabajan ahora para dos empresas rivales a las que intentarán sonsacar toda clase de datos cruzados en su espionaje industrial para obtener para sí los secretos con los que retirarse juntos y disfrutar de su amor. Confiar el uno en el otro, y nosotros entre ellos, se convierte en el leit motiv de una propuesta que encuentra en la química entre ambos personajes su principal arma de seducción. Una interesante elección para aquellos cuyos prejuicios os obliguen a dejar de lado la opción Almodóvar.
Y como las distribuidoras, de este amor-odio patrio hacia Almodóvar saben un rato, han decidido acompañar el estreno de su última película precisamente de todo aquello que está en las antípodas de su cine. Y por ello se estrena Duplicity, con Clive Owen y Julia Roberts. En ella, trama de espías, multinacionales cosméticas, Nueva York, y todo el glamour hollywoodiense que los detractores de Almodóvar encontrarán atractivo. La película, dirigida por Tony Gilroy, director de la reciente Michael Clayton y co-guionista de la trilogía Bourne, es una de esas complejas historias sobre agentes dobles, triples e incluso cuádruples cuyos actos están contínuamente apelando a la desconfianza del espectador sobre sus objetivos e intereses. Owen y Roberts, que ya coincidieron en Closer, él ex-agente del MI-6, ella ex-agente de la CIA, trabajan ahora para dos empresas rivales a las que intentarán sonsacar toda clase de datos cruzados en su espionaje industrial para obtener para sí los secretos con los que retirarse juntos y disfrutar de su amor. Confiar el uno en el otro, y nosotros entre ellos, se convierte en el leit motiv de una propuesta que encuentra en la química entre ambos personajes su principal arma de seducción. Una interesante elección para aquellos cuyos prejuicios os obliguen a dejar de lado la opción Almodóvar.
Y para el final os dejo la tercera película de perros que encontraréis en cartelera. De verdad que esto me parece insólito. En algunos cines aún mantienen en cartel la exitosa Un chihuahua en Beverly Hills, mientras que la semana pasada se estrenó Hotel para perros. Ahora se estrena Una pareja de tres, basada en la novela Marley & Me - de la que coge el título original del film -, protagonizada por Jennifer Aniston y Owen Wilson, acompañados de secundarios como Kathleen Turner, Alan Arkin o Eric Dane, el cirujano plástico de Anatomía de Grey en un papel de eterno Casanova totalmente compatible con su rol en la serie televisiva. En esta cinta, dirigida por David Frankel, director de El diablo viste de Prada, encontramos una simpática oferta de comedia-romántica-con-perro cuyo lacrimógeno final hará llorar hasta al más pintado, si alguna vez ha tenido y querido alguna mascota. Lo dicho, acudir al cine con barca y remos será estrictamente necesario para poder salir de la sesión en caso que os decidáis por ella. Como os decía en el caso de Almodóvar, tampoco aquí el cartel ni la temática debería sentar prejuicios a la hora de elegirla, porque una comedia romántica en la que pasan diez años, y se tratan cuestiones como en ésta, bien merecen un visionado, aunque sea furtivo. Yo no se lo diré a nadie.
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