No puedo asegurarlo a ciencia cierta pero tengo la impresión de que, como yo, mucha gente empieza a estar hasta la coronilla del monotema de conversación tan de moda últimamente: la crisis.
En absoluto cuestiono que se trate de un hecho cierto real como la vida misma. La crisis, excepto a unos cuantos funcionarios –algo más de tres millones tirando por lo bajo- y algunos pocos bolsillos privilegiados, directa o indirectamente acabará por afectarnos a todos. Ahora bien, lo que me tiene harto es que los de arriba intenten vendernos la moto de que se preocupan por nosotros aprobando planes colosales y medidas a nivel macro encaminadas, en teoría, a aliviar nuestras maltrechas economías. Lo que quieren, dicen, es que lleguemos a fin de mes o, lo que es lo mismo, que ahorremos. Y una leche. Se me ocurren mil y una maneras de conseguir esto sin necesidad de gastar el dinero que recaudan de nuestros impuestos, que dicho sea de paso servirá en breve para aliviar la cuenta de resultados de gran parte de los bancos. Por lo tanto no se trata de argumentos válidos sino todo lo contrario: simples falacias. Nosotros sí que hacemos ingeniería financiera y no ellos. Por cierto, mi cuenta de resultados –como supongo la de la gran mayoría de vosotros- acaba arrojando resultados negativos. “Siempre negatifa, nunca positifa” como diría Van Gaal.
No quieren que ahorremos, no. Prefieren que sigamos idiotizados. Si no, en vez de darles tanta pasta –nuestra pasta- a los bancos, incentivarían por ejemplo la lectura. Se me estaba ocurriendo ahora una campaña publicitaria masiva en todos los medios de comunicación de este país protagonizada por personajes que tengan gancho entre la gente. Dirigida a todos los colectivos, sin distinción de sexo, edad o color de piel. Imaginaros el tirón mediático de Julián Muñoz con Cien años de soledad entre las manos dirigiéndose a las marujas en horario de máxima audiencia y diciendo: “me encerraron sí, pero hallé refugio en Macondo”. Ya está, enseguida tendríamos a diez millones de personas consumiendo literatura de la buena. O este otro anuncio, para los tipos duros que creen que pasan de todo. Aparece Poli Díaz en un rincón del bar Manolo con un ejemplar de Tranvía a la Malvarrosa y mirando a cámara suelta: “Me perdí, pero cogí a tiempo el último tren”. Alaaaa, otros tantos cientos de miles de descarriados estarían haciendo cola para saber si en la Malvarrosa siguen vendiendo tema. Y hasta a los muy reticentes sería fácil convencerlos de que, en tiempos de crisis, la lectura es una buena manera de ahorra y hasta, porqué no, despertar nuestro sentido crítico hacia aquellos que por lo visto nos toman por tontos. Aparece Eto’o haciendo cola para llevarse un libro de la biblioteca pública de Pedralbes –si no la hubiera sirve cualquier otra de la parte alta de Barcelona-. Se gira a la cámara y sujetando La insoportable levedad del ser espeta: “en la aldea no teníamos de sitios como este. Ahorrar está en tu mano “. ¡Toma! Otros diez millones de futboleros yendo como locos a las bibliotecas para averiguar porque el camerunés se siente tan insoportablemente leve.
En fin, que nos tienen pillados por los huevos y lo saben. Si no se preocuparían más porque leyéramos libros y menos por tenernos enganchados al dichoso Gran Hermano, que por cierto está inspirado en una de las mejores obras del Siglo XX. Madre mía, si Orwell levantara la cabeza...
Toni F.
2 comentarios:
Creo que tienes razón, no hay nada como que un delincuente como Julián Muñoz anuncie algo para que se venda como rosquillas, triste pero cierto. Aunque estaría bien que, ya que llenan el espacio televisivo hablando de sus miserias, por lo menos contribuyeran con algo bueno como potenciar la cultura.
¡Hay que llamar al doctor! ¡La sociedad está enferma!
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