Por fin se estrena la que es, muy posiblemente, una de las películas más esperadas de los últimos tiempos. En gran parte lo es debido a su enorme promoción, cuyo estreno se lleva cacareando desde hace varios meses. El espaldarazo de ser la película más nominada a los Oscar de este año, con 13 nominaciones, desde luego no le ha venido mal. Tampoco el hecho que sea protagonizada por el mediático Brad Pitt, toda vez dé la sensación de estar ante una de las mejores interpretaciones de su carrera. Y por qué no, su planteamiento de ancla en una idea que, como reza su título, es, al menos, sumamente curioso. En efecto, estamos hablando del estreno de El curioso caso de Benjamin Button. Al principio de la película, oímos: "Mi nombre es Benjamin, Benjamin Button, y nací en circunstancias inusuales". Y tanto. El pequeño Benjamin nace en la Louissiana de la Guerra de Secesión, y es abandonado por su madre, horrorizada por el aspecto de un bebé con físico de anciano. Pronto es internado en un jeriátrico, donde su mentalidad de infante choca con su apariencia deteriorada y de edad avanzada. Juega con la silla de ruedas en la que va como un crío con su cochecito. El tiempo pasa, y descubrimos que la evolución de Benjamin es especial, su mente se desarrolla de forma natural en el tiempo. Pero su cuerpo no. Rejuvenece con cada tic-tac del reloj. El curioso caso de Benjamin Button es una obra maestra absoluta. Incontestable. Una fábula nostálgica y melancólica sobre el sentido de la existencia que se convierte inmediatamente en una memorable película, de las mejores del año y posiblemente de toda la década. Es una delicia que el cine aún pueda darnos maravillas como ésta. Cada plano parece toda una oda al séptimo arte (y la película dura 170 minutos, así que imaginad). Su fotografía, con quiméricos tonos dorados (tan deudores del cine fantástico, con el que inevitablemente coquetea), su música, su montaje, su estructura... toda una gozada que de verdad no debéis dejar pasar. El mensaje que propugna es francamente excepcional, y es que, como leíamos en el trailer: "Es curioso cómo la vida sólo puede entenderse viéndola hacia detrás, pero sólo puede vivirse hacia delante...". El curioso caso de Benjamin Button funciona como una suerte de metáfora de esta reflexión, en la que la fisicidad misma de la existencia choca con el desarrollo lineal del tránsito natural entre la vida y la muerte. Y lo hace a través de una bella historia de amor entre Benjamin (Pitt) y el personaje de Cate Blanchett, que se conocen cuando ella es una niña y él un anciano, y cuando ella es mayor, él es joven. De modo que, con toda la poesía y la lírica emocional que ello genera, sus trayectos vitales, su amor, hace que se encuentren "en la mitad del camino". Película con 13 nominaciones a los Oscar, entre ellas las más importantes, que tiene mucho que ver con Forrest Gump, por varios motivos. Desde lo más anecdótico, como el hecho de que ambas estuvieran nominadas al mismo número de estatuíllas (el fim de Zemeckis acabó ganando seis: película, director, actor, guión, montaje y efectos especiales), a cosas como que la adaptación a la gran pantalla fuera de las mismas manos (el oscarizado Eric Roth) y, sobre todo, por el hecho de vivir, de la mano de un personaje central en excepcionales condiciones físico-intelectuales, todo el devenir de una vida que coincide con los diferentes momentos clave de la historia de Estados Unidos (guerra de secesión, Guerras Mundiales, los años de la Depresión...). Ojalá este parentesco insubsanable se reafirme en la próxima gala de los Oscar, porque querría decir que, además del Oscar a mejor película del año, estaríamos ante el merecido reconocimiento al tándem David Fincher-Brad Pitt, que se inició con la magistral Seven y se reafirmó con la extraordinaria El club de la lucha. Además, por separado, Fincher ya se merecía su reconocimiento, sobre todo por obras como su última y genial Zodiac, mientras que a Pitt, por su parte, no le vendría mal reivindicarse como el gran actor que es por encima de su aire mediático, principal escollo que le ha impedido conseguir nada por papeles como Siete años en el Tibet o, aún mejor, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford. Sea como sea, y es algo que se resolverá en un par de semanas, desde Planeta Cine nos mojamos a favor de esta película, arriesgándonos a ir en contra del fenómeno Slumdog Millionaire del que hablaremos coincidiendo con su estreno la semana próxima.
Y dicho esto, no resulta difícil imaginar que el principal problema de la otra gran película que se estrena hoy no es otro que el handicap de coincidir con El curioso caso de Benjamin Button. Y es que El desafío: Frost contra Nixon lo tiene todo para ser una película de Oscar. En primer lugar unas interpretaciones magníficas, destacando a Michael Sheen (el Tony Blair que vimos en The Queen) como el dicharachero y showman entrevistador David Frost, y al nominado (por tanto rival de Brad Pitt) Frank Langella como Richard Nixon. La película se basa en las entrevistas que en 1977, tres años después de la dimisión de Nixon por el escándalo Watergate, en los que Nixon había estado relegado al ostracismo y su mandato eclipsado por estos últimos acontecimiento, se desarrollaron con los objetivos opuestos de destapar la verdad en boca del mandatario (objetivo de Frost), y limpiar la imagen pública del mandatario (objetivo de Nixon). Así, como en un ring de boxeo, periodista y ex-presidente, y sus círculos respectivos, desarrollan un film de cine político y medios de comunicación, muy al estilo de la reciente Buenas noches y buena suerte. El guión corre a cargo de Peter Morgan, especialista en cine de ficción dramática basada en personajes históricos, pues suyos son los libretos de las oscarizadas The Queen o El último rey de Escocia, y de Las hermanas Bolena. Una opción del todo recomendable, cine norteamericano de primer nivel, que explora los albores de esa relación hoy en día absolutamente manida entre información televisiva e investigación periodística con la espectacularización del circo mediático. Aparte de las nominaciones de Langella como actor y Morgan como guionista, también opta a mejor montaje, mejor película (difícil éste) y director, con un inspirado Ron Howard que ya ganó su estatuílla en 2001 por la dirección de Una mente maravillosa.
Sólo dos estrenos más se sitúan bajo la alargada sombra de estos dos gigantes títulos. Uno es Dieta mediterránea, la española de la semana. Cuenta la historia de Sofía (Olivia Molina), una cocinera excelente que se ha críado entre los fogones del restaurante familiar y que ahora es toda una cheff de nivel. Vive con su marido Toni (Paco León) y tiene tres hijos, pero cuando su vida parece estar del todo establecida, un empresario de altos vuelos, Frank (Alfonso Bassave) le ofrece internacionalizar su cocina, escapar de su rutina y de su familia. Es fácil adivinar que tratándose de una película de Joaquín Oristrell, criado como guionista de la mano de pesos pesados de la comedia romántica y de enredo histórica española como Fernando Colomo o Manuel Gómez Pereira, pronto la cosa se convierte en un triángulo amoroso con todo tipo de desviaciones combinatorias (homosexualidad y tríos incluídos), en lo que resulta ser, en última instancia, una vuelta de tuerca más de ese cine tan en boga actualmente de comedia romántica y cocina, cuyos ejemplos recientes podrían ser desde la española Fuera de carta hasta el remake norteamericano Sin reservas de la original alemana Deliciosa Martha.
Y se estrena también Un chihuahua en Beverly Hills, cinta que transita con la tranquilidad de dirigirse a un público bien distinto del interesado en consumir los dos grandes títulos de la semana. Película declaradamente infantil, que nadie espere encontrarse con ese tipo de cine de animación actual que agrada tanto a adultos como a críos, made in Walt Disney, con una legión de chihuahuas parlanchines de lo más variopinto originarios del pijoterío más exacerbado de Beverly Hills para acabar con sus peripecias en México. En las antípodas del cine con el que abríamos hoy sección, es una cinta simpática y entretenida que hará las delicias de los más pequeños y de los amantes de los perros, convirtiéndose en la, quizá, mejor película perruna de la historia del cine, que teniendo en cuenta lo que nos gusta a los humanos que los animalitos parlancheen (deberíamos estudiarlo) y las películas en que de ello se ha ocupado el cine, ya es decir mucho.
0 comentarios:
Publicar un comentario